La fe, vivida en comunión, es el fundamento de la verdadera liberación del hombre. Nacido en Milán en la década de 1950, hoy el Movimiento se ha extendido a noventa países.

Padre Giussani comenzó su vida como “educador del cristianismo” en 1954, cuando comenzó como profesor de religión en un liceo público de Milán, el Liceo Berchet, “con el corazón reventado por el pensamiento de que Cristo es todo en la vida del hombre”. Maravillaba a sus alumnos con su propuesta dirigida ante todo a su razón y su libertad, por su invitación al encuentro con la belleza -música, poesía, naturaleza- y por su capacidad de llegar a lo más profundo del corazón humano._cc781905-5cde-3194- bb3b-136bad5cf58d_

El principal instrumento para la “educación” de quienes se adhieren al Movimiento es la Escuela de comunidad, que consiste en la lectura y meditación personal de un texto, seguida de una reunión comunitaria con un grupo grande o pequeño en un lugar público o en un casa del miembro.

El método utilizado es una constante confrontación entre la propuesta cristiana y la propia vida, para verificar continuamente -a la luz de la propia experiencia- su capacidad para responder a las necesidades humanas en todos los aspectos de la realidad.

El Movimiento es una propuesta de un estilo de vida, para la vida. Además de la Escuela de comunidad, son muchos los gestos e instrumentos para promover la educación de la persona y de la comunidad, entre ellos: la atención a la enseñanza papal, la oración y la lectura de la Biblia, los ejercicios espirituales, la música, las peregrinaciones y el Vía Crucis durante Cuaresma, obras de caridad, compromiso con el mundo de las bellas artes, carteles de Navidad y Semana Santa, el fondo común y las vacaciones comunitarias.

Todos ellos son objeto de la libre participación de cada uno (“Lo apuesto todo a la libertad”, insistía a menudo Giussani); no pretendía ningún tipo de membresía formal.